CASO REAL
Página rara
Tal cuál
CASO REAL
Ahogada en humo
Lo que aprendí con esto que me sucedió hace años, puede ayudar a que tus clientes te compren más.
Presta atención.
* Es la anécdota del señor del puro echándome el humo en la cara.
Ahora me río a carcajadas, pero en su momento fue muy frustrante.
Vaya personaje.
Era un tipo de mediana edad, y yo una jovencísima comercial de banca con empuje, aunque tímida y con inseguridades.
Novata pero de las que pisaba fuerte. Me atrevía a captar clientes nuevos, y no solo me dedicaba al mantenimiento de la cartera como hacían mis otros compañeros.
Me gustaba la calle (en el buen sentido).
Me mojaba cuando llovía. Visitaba los polígonos, y hacía muchas llamadas diarias. También recibía muchos NO, y sabía que estaba cada vez más cerca del SÍ. La estadística iba a mi favor.
Tuve que lidiar con algún potencial cliente que me recibía solo para invitarme a comer, y me guiñaba el ojo en lugar de hablar de negocios.
Viví momentos muy buenos visitando fábricas, aprendiendo con curiosidad sobre muchos sectores y de historias de superación de empresas familiares.
Pero volvamos al tipo del puro.
Dueño de una gasolinera y cliente residual del banco.
Me recibió después de varias llamadas dónde le dije que tenía un producto para él que le iba a encantar.
Y no sé si por crearle curiosidad, por pesada o por aburrimiento, pero me recibió.
Era el típico que siempre decía que NO a los demás comerciales.
En fin, que entro en su minúsculo despacho cargada con mi maletín, dosieres, folletos, contratos… y no había una p*ñetera silla donde sentarse.
O eso creía porque allí no se percibía nada a más de 1 metro.
Aquella cueva apestaba a humo y tenía el ambiente más cerrado que un bosque de Transilvania.
El tipo, sin levantarse de su silla y sin sacarse el puro de la boca, me suelta:
– ¿Qué era eso tan interesante que tenías para mí?
Vaya, no esperaba que me trataran como a una princesa, pero sí un mínimo de cortesía.
Me torció bastante esa actitud de superioridad, prepotencia y mala educación.
Pensé en desplomar sobre su cabeza mi maletín, pero le dije:
«Yo venía a ayudarle porque realmente pienso que no está obteniendo una buena
rentabilidad de su tesorería y traía algunas ideas para comentar con usted.
Pero no me siento cómoda aquí de pie, ni con este ambiente tan cargado de humo .
Así que le dejo aquí mi tarjeta y si le apetece puede venir a mi despacho, tomamos un café y le cuento.
Gracias por su tiempo.»
Y me marché. ¡Con dos c*jones!
Eso sí, fuera noté que tenía las mejillas ardiendo. Estaba nerviosa, con muchas dudas. Tenía unos objetivos fuertes y ese potencial cliente en cartera.
Bien.
El tipo vino a visitarme y vendí.
Le desperté curiosidad y generé respeto.
Y en ningún momento pudo oler mi necesidad.
Aprendí que si el cliente la nota, si la huele, estás perdido.
Entonces tendrás que mendigar y acostumbrarte a recibir muuuuchos NO por respuesta.
Y lidiar con clientes como el tipo del puro.
FIN
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Igual que de das de alta, te das de baja.